Teodomiro Ramírez de Arellano recoge en su Paseos por Córdoba que cuando la peste asolaba la ciudad en el Siglo XVI, el Arcángel se apareció en sueños al padre Andrés de las Roelas, estando el fraile gravemente enfermo. Durante sus apariciones le reveló que el salvaría a la ciudad de la peste. Parece que, efectivamente, poco después de la última dejaron de morir las gentes de Córdoba. Fue nombrado Custodio Eterno de la ciudad y pocos años después se levantó el primero de los triunfos a él dedicados por la ciudad.

Debido a esta tradición, el nombre de Rafael es el más popular en nuestra ciudad, siendo difícil no encontrar en cualquier familia alguien llamado así.
Su fiesta se celebra el 24 de octubre. A finales del siglo XX la festividad de los Arcángel San Gabriel, San Miguel y San Rafael fueron reunidos en un mismo día, el 29 de septiembre. Sin embargo, a Córdoba se le concedió el privilegio de mantener la festividad según la tradición, en atención a la gran devoción que la ciudad le dedica. Es, junto a la Fuensanta, las dos fiestas locales de la ciudad.
Es tradicional que en este día de San Rafael los cordobeses acudan en masa al campo a degustar los conocidos peroles, así como acudir a la Iglesia del Juramento a ver al llamado Custodio de la ciudad.
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